Tango:
El pibe nació en Villa Urquiza el mismo año que se estrenaba la película ¡Tango!. Era hijo de lecheros y jugaba con una latita imitando a sus padres. Luego, Alfredo Norberto Ruiz —apodado Titi por su familia—, le arrimó el corazón al tango. Se reunió con amigos en una esquina de Villa Pueyrredón, frente a la lechería familiar, y se entregó al movimiento. En esas prácticas callejeras hacía por igual los dos roles y enseñaba pasos a Héctor Mayoral junto con su primo Enrique Ruiz (Quique). Disfrutaba esos encuentros; hasta que la muerte de este último lo desanimó y dejó de bailar. Allá por los 80 volvió a la milonga con Beatriz del Carmen Arroyo, su inseparable pareja en el tango y la vida. Con ella frecuentó Sin Rumbo, Sunderland y La Baldosa, realizó exhibiciones y se transformó en maestro. «Era un creador, un hombre humilde que jamás hablaba mal de nadie», contará Beatriz. Titi destacaba por sus giros y lápices impecables. Amaba bailar Osvaldo Pugliese y prestaba especial atención a la colocación de los pies. Alguna vez Mayoral le entregó una placa que lo honraba como su maestro. En ese reconocimiento, él le estrechó la mano; acaso por la amistad cultivada o como un gesto simbólico de que todo debe compartirse.
El pibe nació en Villa Urquiza el mismo año que se estrenaba la película ¡Tango!. Era hijo de lecheros y jugaba con una latita imitando a sus padres. Luego, Alfredo Norberto Ruiz —apodado Titi por su familia—, le arrimó el corazón al tango. Se reunió con amigos en una esquina de Villa Pueyrredón, frente a la lechería familiar, y se entregó al movimiento. En esas prácticas callejeras hacía por igual los dos roles y enseñaba pasos a Héctor Mayoral junto con su primo Enrique Ruiz (Quique). Disfrutaba esos encuentros; hasta que la muerte de este último lo desanimó y dejó de bailar. Allá por los 80 volvió a la milonga con Beatriz del Carmen Arroyo, su inseparable pareja en el tango y la vida. Con ella frecuentó Sin Rumbo, Sunderland y La Baldosa, realizó exhibiciones y se transformó en maestro. «Era un creador, un hombre humilde que jamás hablaba mal de nadie», contará Beatriz. Titi destacaba por sus giros y lápices impecables. Amaba bailar Osvaldo Pugliese y prestaba especial atención a la colocación de los pies. Alguna vez Mayoral le entregó una placa que lo honraba como su maestro. En ese reconocimiento, él le estrechó la mano; acaso por la amistad cultivada o como un gesto simbólico de que todo debe compartirse.
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