jueves, 26 de mayo de 2016

Tango Martín Darré Argentina


Tango:

Nació en Buenos Aires, en el barrio de Belgrano. Fue un hombre respetado entre sus colegas músicos, un trabajador del tango con inspiración para embellecer lo que otros habían compuesto, fueran tangos u otros ritmos populares. En ese espacio creativo encontró su lugar, no necesitó de los aplausos del público, era suficiente el reconocimiento de sus pares, por eso las necrológicas fueron dos o tres, unas pocas líneas pobres de contenido, escondidas como relleno en la sección espectáculos de los diarios. Nada más. «Darré ha explorado casi todas las manifestaciones de la música popular urbana. A partir del tango, trabajó en distintas versiones orquestales de obras de Mariano Mores, Sebastián Piana y sobre todo para la Banda Sinfónica de la Ciudad de Buenos Aires, para ésta, entre tantos arreglos, se sumergió en temas de Chabuca Granda, en unos cuantos de los cantados por Frank Sinatra y en clásicas melodías norteamericanas de Gershwin, Glenn Miller, Cole Porter, Irving Berlin y otros. En 1985 fue jurado para los premios otorgados por la Fundación Konex». Desde 1982 ocupaba el sillón Celedonio Flores en la Academia Porteña del Lunfardo. A menos de un mes de su muerte José Gobello le hizo un homenaje ante sus pares: «Piana fue quien lo acercó a nosotros. Y fue quien entonces nos recordó que se contó a comienzos de la década del treinta entre los primeros músicos que modernizaron la instrumentación del tango. Tenía sólo 16 años cuando forma parte de la línea de bandoneones en la orquesta de Francisco Lomuto. En un año fue el primer bandoneón —ocupando el lugar que dejaba Daniel Álvarez— y el instrumentista del conjunto. Eran los tiempos de Julio Perceval, Julio Rosenberg y Sebastián Lombardo, anteriores a los brillantes Argentino Galván o Héctor Artola. «Darré fue autodidacto, no tuvo maestros. Trabajó para un cultor de música ligera europea, como el director Dajos Bela, al mismo tiempo que ponía mano en las partituras elegidas por otro Lomuto, aquel de «Héctor y su jazz», como lo presentaban. Después tuvo largo tiempo junto a Mariano Mores. «Fugazmente fue director artístico de una empresa grabadora. Entonces citó a Elvino Vardaro para que formara un conjunto y llegara a la sala de grabaciones. Así salió el primer disco en 78 rpm y último que lleva en su etiqueta el nombre del gran violinista. Los temas fueron: “El cuatrero” y “Pico de oro”. Pero cuando se aprontaban para un segundo disco, esto no ocurrió porque la empresa consideró como no comercial el estilo Vardaro, le rescindieron el contrato y Darré renunció». También al describirlo, León Benarós entre otros conceptos expresó: «Antes de conocerlo personalmente me llamaron la atención artículos suyos publicados en la Revista Continente en la cual también yo publicaba. Luego nos tratamos mucho tiempo por asuntos artísticos en SADAIC. «Era un hombre pulcro, impecable, meduloso en sus opiniones. Lo visité varias veces en su departamento de la calle Montevideo 443, cuarto piso B. Su caso me resultaba asombroso. ¿Cómo un hombre como él, por propio esfuerzo, sin estudios musicales de conservatorio, había llegado a dominar el solfeo, la armonía, el contrapunto, la dirección orquestal, hasta capacitarse para entrar en el difícil e intricado bosque de Wagner, en el que con toda facilidad se movía? «Fue quien le dio carácter y estilo a la orquesta de Mariano Mores y fue arreglador y consultor de la Banda Sinfónica de la Armada, de la Banda Sinfónica Municipal y de la Banda Sinfónica de la Policía Federal. Fue un profesional altamente capacitado. «Fue un hombre de bien, que supo también manejarse en muchos momentos con ironía con respecto a algún colega. Cuando en una oportunidad le recordamos que Roberto Firpo, hablando del arreglo que le hizo a “La cumparsita” en el primer momento, antes de su estreno allá en Montevideo, dijo que había incluido en el trío, compases de su tango “La gaucha Manuela”, de 1907, también del Miserere de Verdi. «¡Qué modesto! —nos comentó— del Miserere hay sólo dos notas en “La cumparsita”». «Compuso una buena cantidad de temas entre tangos, valses y canciones de diversos ritmos según figuran registrados en SADAIC, solamente citaremos “Un solo adiós”, que registrara él mismo dirigiendo una orquesta para acompañar a la cancionista Susy Leiva y “La calle maldita”, grabado en 1950 por Osvaldo Fresedo. Pero tuvo un tema famoso que cantaron o tararearon gran parte de los argentinos sin saber quien era su autor. Le pertenece en música y letra la marcha del mundial de fútbol, disputado en 1978 en nuestro país. Pero hubo quien no estuvo conforme con la letra, desconocemos quien fue, pero su comentario fue que exageró con aquello de «25 millones de argentinos jugaremos el mundial».

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