domingo, 2 de abril de 2017

Tango Pedro Vujovich Argentina


Tango:

De pibe le decían Pinocho, por la aguda nariz. Era oriundo de La Boca y de la vida sin arrogancia. Los ojos solían sonreírle cuando mateaba a la mañana. El tango lo encontró a los 14, poco después de calzarse los largos. Amigo de todos, practicaba en el Parque Lezama. «Con Lalo, Poleto y Martín llevábamos una vitrola y nos poníamos a sacar pasos con la orquesta de Juan D’Arienzo». Más tarde se estrenó en el Rancho Grande, de Quilmes, clubes y picnics, hasta que se animó a la Capital. A los 16, más alto y mal afeitado, gambeteó la imagen adolescente para foguearse en el Palermo Palace, El Kakuy y La Enramada, entre otros bailables. Fue en una de esas suertes que Pedro Vujovich conoció a Graciela Cano para hacerse uno en la vida y el tango. Ya por los 80 podía vérselos en El Savoy. «Había tanta gente –dirá el bailarín– que eliminé el ocho e inventé pasos para seguir el ritmo». Sería por ese don creativo que, tras concursar en el Glorias Argentinas, Pedro y Graciela ganaron el III Campeonato Metropolitano de Tango Salón 2005 y meses después se consagraron subcampeones mundiales en esa categoría. Trofeos ganados por derecho propio, cuyos mayores brillos fueron seguir siendo él mismo, el caballero amigo y humilde que siempre fue.

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