Tango:
Hay dos grandes clases de tangueros que expresan su pasión en forma muy diferente: los que escuchan y los que bailan. Entre los primeros, se destacan los coleccionistas, los difusores y los investigadores; mi caso. Entre los otros, los milongueros, los bailarines y los profesores; el caso de mis entrevistados. Charlar con Gustavo y su compañera Giselle, resulta didáctico y pedagógico para cualquiera y en especial para el que suscribe. Fue ingresar en un mundo ajeno, que conozco apenas, atento a mis escasas incursiones por milongas y festivales. Esta conversación virtual, se desarrolló en varios emails que intercambiamos durante más de una semana. «Nací el 12 de agosto de 1960, en la Patagonia, en Comodoro Rivadavia (provincia de Chubut). Mis padres se habían instalado con un negocio, pero toda la familia era de Buenos Aires. Cuando cumplí el primer año de vida, volvimos a la capital. «Al tango lo mamé de chico, en mi casa se escuchaba tango y mis padres se conocieron bailando tango. Como verás, desde antes de nacer el tango estaba en mi vida. Pero mis primeros pasos con la danza fueron de una manera inesperada, ocurrieron cuando estudiaba economía en la Universidad de Buenos Aires, donde había un curso en el que me inscribí. Allí, me di cuenta de mi afinidad con el baile. Después estudié folklore e hice cursos breves de danza clásica, moderna y española. Pero siempre, más por curiosidad que por un interés profesional. «Pero a partir de que empecé con el tango todo fue tango Y todo le debo, incluido el amor de Giselle, mi mujer y mi compañera artística. Asimismo, todos mis hijos son resultado de mi relación con una bailarina. «El primer maestro que tuve fue Rodolfo Dinzel. Pero aprendí cosas de varios milongueros en forma inorgánica. Un maestro que me dio mucho fue Pepito Avellaneda, y no puedo dejar de nombrar a Antonio Todaro y a Gerardo Portalea. «Cuando me preguntan que es lo que más disfruto, bailar o enseñar, contesto: las dos cosas. En mis primeros años, ya profesional, me gustaba mucho bailar en el escenario, el público me generaba energía y placer al mismo tiempo. Pero la labor docente me pegó fuerte y hoy, disfruto mucho de mis clases; también, de la tarea de investigar y analizar todas las posibilidades que tiene el tango como danza. Estoy convencido que todavía hay mucho por hacer y descubrir. «El baile evoluciona permanentemente y esto es algo inevitable a lo que no se puede poner límites. No obstante, el tango que nos gusta bailar es el tradicional, el que predomina en las milongas, el tango del 40. Pero hoy ya no se baila como en aquel entonces, el contexto es otro, la vida ha cambiado, pero aunque diferente, la evolución genuina respeta las esencias. «Cuando se dice “tango nuevo”, se quiere describir el hecho de hacer cosas técnicamente nuevas. Son imágenes diferentes de un proceso, que no es otra cosa que la evolución de la que estamos hablando. Un proceso que no se detiene y que viene desde hace muchos años. El gran beneficiado es el propio baile que recibe un sinfín de nuevas herramientas, que nosotros no sólo disfrutamos sino que además valoramos mucho. «Bailar ininterrumpidamente por mas de 30 años me permitió conocer y entender los vericuetos de la estructura técnica sobre la que el tango está organizado. No fueron un día o dos, ni fui el único, fue un largo tiempo y muchos los bailarines que fuimos recorriendo este proceso de evolución en el que descubrimos nuevas posibilidades dentro de la danza. «Algo que al tango le faltó siempre es un análisis intelectual de cómo funciona, de cómo esta construido y nosotros participamos de ese proceso con mucha intensidad; ahora tenemos un conocimiento bastante amplio de cómo es. Puntualmente, a mí se me relaciona con este cambio, pero repito, no fui el único, otros bailarines también participaron intensamente de este proceso y aportaron cosas muy buenas. «Encuentro mucho placer en enseñar y lo hago con alegría. Hace poco en una crónica de Martín Nussbaum —a mi gusto exagerada—, referida a las clases que acabamos de dar en New York, en mayo de 2013, con el rutilante título: “Why Gustavo Naveira is the best Tango teacher alive” (¿Por qué Gustavo Naveira es el mejor maestro vivo de tango?), entre otras cosas menciona esa alegría y humor que se observa en mis clases. Y reconozco que es cierto, porque es la forma que encontré para que mis alumnos tengan confianza y puedan expresarse naturalmente, sin presiones, en la dura tarea de aprender. «Sobre nuestras actuaciones y trayectoria me resulta tedioso ir para atrás, sólo te puedo decir que no paramos nunca. Desde el 2010 presentamos un Festival anual en Boulder, Colorado, la ciudad donde vivimos actualmente. Este año 2013 esta programado para el primer fin de semana de octubre y contaremos con la presencia de Chicho Frumboli y Juana Sepúlveda y dos de mis hijos, Ariadna Naveira y Fernando Sánchez, Federico Naveira y Sabrina Masso. «Además de este espectáculo, nosotros seguimos dando nuestros seminarios en Argentina, dos veces al año (normalmente julio y diciembre) que, desde hace varios años, se realizan en La Papelera, un lugar en el barrio de San Telmo que estamos ahora tratando de levantar y darle actividad tanguera, para convertirlEn el momento de este reportaje, Petróleo estaba a punto de cumplir 80 años, nacido en 1912 comenzó a bailar en 1928. Fue bancario durante 36 años, y vivía en el barrio de Villa Devoto. En 1988 dejó de bailar por una afección en sus rodillas, desde entonces vive de sueños. «Me pusieron Petróleo porque tomaba mucho vino. Era un borracho. Desde hace algún tiempo tomo gaseosas, pero es peor, oxida. «Siempre me gustó el tango sencillo. Al baile del tango lo cambié yo. Yo inventé el giro, el contrafrente, cambiar de posturas, los boleos. «Además, yo desprendí el sexo de la danza. Antes el hombre iba a buscar una pierna no una bailarina, iba a apretar no a bailar. Yo iba a bailar. «Conocer a través de los ensayos a la pareja es muy importante, de ese modo uno conoce el manejo. «A mi mejor pareja, con la que después viví, la conocí en un baile, fue en 1930, se llamaba Esperanza Díaz. Ensayábamos mucho. Bailamos juntos hasta 1949 y un año después se fue. ¡En buena hora!. Ya no quise tener otra. «Cuando había alguna exhibición me entendía bien con la negra Martita que acostumbraba a bailar en el Agusteo, de Sarmiento y Uruguay, también en el Unione e Benevolenza, que estaba a la vuelta del otro y el dueño era el mismo. «En Villa Devoto bailé en el Club Rosa de Abril y en Villa Urquiza en muchos: Pinocho, Sin Rumbo, etc. «En el club Atlanta conocí a Juan Carlos Copes que andaría entonces por los 20 años. «En los salones estaba prohibido bailar con corte, si lo hacíamos alguien se acercaba y nos decía: "Pase por boletería" y allí nos recomendaban o nos echaban. Nos llamaban compadritos. «Hubo épocas que los bailarines organizábamos bailes para los presos cuando salían libres. En realidad los que bailaban el tango eran todos chorros o aspirantes a serlo. Si uno había estado un año preso poníamos diez o veinte pesos cada uno hasta juntar unos quinientos y se lo dábamos para que empezara a caminar. Cuando a esas fiestas comenzó a asomarse la policía no las hicimos más. «Allá por 1930, se hacían fiestas que duraban una semana. Para el cumpleaños de la Parda Lucia, compañera de Nicolás (El Buchón, por la forma de su pecho como la de los palomos) se realizó una milonga en Parque Petricios. Como siempre fueron cirujas, carteristas, carreros y milongueros. La pista se hizo con una lona robada al ferrocarril, de esas que cubren los vagones. La estiramos en el piso y la rayamos con vela, para encerarla y conseguir mejor deslizamiento. Todos aportaban algún peso para vino y carne para el asado. Las minas eran coperas de cabaret, yiros, ladronas de tiendas. Cuando alguno tenía sueño se tiraba en un colchón de los que poníamos por ahí y dormía un par de horas. El séptimo día hacíamos un torneo de tango. «Entre nosotros había mucha competencia, no nos dábamos pelota. El bailarín es ególatra, se cree el mejor. Yo me creía el mejor. «A mí me gustaba uno que se llamaba Mendieta, era un fenómeno. El vasco Orradre fue el mejor que interpretaba la orquesta de Juan D'Arienzo. Con las figuras se destacaba un tal Méndez que era muy ligero de abajo. El Cachafaz era bueno, pero hubo mejores. Virulazo también era bueno, bailaba a la manera de Antonio Todaro, que es el mismo maestro que le enseñó a Miguel Ángel Zotto, el que más me gusta de los nuevos porque tiene linda postura. «A Carlos Gardel lo conocí en el teatro 25 de Mayo de Villa Urquiza, sin dudas el mejor cantor. Era bueno porque te decía lo que sentía. Pero bailar no sabía, daba unos pasitos, era un maleta, además de gordito. «Se puede aprender a bailar, pero hay que trabajar mucho y además se tiene que sentir la música. El tango no viene de golpe. A mí me enseñó un profesional, Navarro, me entregó sus pasos, después yo saqué los míos. «El tango es una emoción contenida que después explota. No se puede decir así se baila el tango, uno lo baila como lo siente, es una creación. «El tango es un sentimiento triste, es cierto, pero a veces depende de cómo le encara la orquesta. Mi orquesta preferida fue la de Carlos Di Sarli y, cuando tuvo la suya Anselmo Aieta, un músico terrible. «Nunca salí de gira porque tenía mi trabajo en el banco, pero hice unas dos mil exhibiciones. «Mi sueño siempre fue bailar mejor que todos. Inventé muchas figuras, transformé el tango, pero tendría que haber realizado más. Me faltó inspiración para crear el tango verdadero. Hoy lo haría distinto. Como cada tango dura tres minutos, lo dividiría en prólogo, desarrollo y epílogo. «Aparte del tango tuve locura por las carreras de caballos, iba un poco todos los días, gané mucho y perdí mucho. «Cuando me jubilé del banco vendí mi casa y con esa plata seguí jugando. ¿Para que la quería? Tangos, carreras y alguna mujer. No hay que agarrar la vida en serio. Yo viví como quise. Se puede vivir en serio con trabajo y honestidad, pero no es tan divertido. «Uno tiene que vivir sus sueños, ahí está la verdad.»o en nuestro centro en Buenos Aires. Además, continuamos con nuestros seminarios dentro de los Estados Unidos, desde hace ya cuatro años, tenemos una cita fija en Nueva York, en la semana del Día de Acción de Gracias (ultima de noviembre). Este año 2013, agregamos una visita en mayo con workshops y exhibición. «La última novedad es la apertura de nuestro propio estudio en Estados Unidos: el Boulder Tango Studio y la apertura está prevista para fines de setiembre 2013. En este lugar realizaremos un programa mas detallado para estudiosos del tango danza. «Si me pedís un recuerdo especial, me tengo que remontar a 1994, más precisamente al primer festival de Sitges en Cataluña, allí en esa bella ciudad mediterránea conocí a Giselle». Como broche, el aporte de Giselle: «Soy la primera admiradora de Gustavo, un bailarín exquisito y un gran maestro. Su método de enseñanza es de excelencia y está basado en la dinámica de la pareja, en la intensa relación entre el hombre y la mujer, de modo tal que el baile se transforma en una cuestión orgánica donde llevar y seguir es más importante que la forma del movimiento».
Hay dos grandes clases de tangueros que expresan su pasión en forma muy diferente: los que escuchan y los que bailan. Entre los primeros, se destacan los coleccionistas, los difusores y los investigadores; mi caso. Entre los otros, los milongueros, los bailarines y los profesores; el caso de mis entrevistados. Charlar con Gustavo y su compañera Giselle, resulta didáctico y pedagógico para cualquiera y en especial para el que suscribe. Fue ingresar en un mundo ajeno, que conozco apenas, atento a mis escasas incursiones por milongas y festivales. Esta conversación virtual, se desarrolló en varios emails que intercambiamos durante más de una semana. «Nací el 12 de agosto de 1960, en la Patagonia, en Comodoro Rivadavia (provincia de Chubut). Mis padres se habían instalado con un negocio, pero toda la familia era de Buenos Aires. Cuando cumplí el primer año de vida, volvimos a la capital. «Al tango lo mamé de chico, en mi casa se escuchaba tango y mis padres se conocieron bailando tango. Como verás, desde antes de nacer el tango estaba en mi vida. Pero mis primeros pasos con la danza fueron de una manera inesperada, ocurrieron cuando estudiaba economía en la Universidad de Buenos Aires, donde había un curso en el que me inscribí. Allí, me di cuenta de mi afinidad con el baile. Después estudié folklore e hice cursos breves de danza clásica, moderna y española. Pero siempre, más por curiosidad que por un interés profesional. «Pero a partir de que empecé con el tango todo fue tango Y todo le debo, incluido el amor de Giselle, mi mujer y mi compañera artística. Asimismo, todos mis hijos son resultado de mi relación con una bailarina. «El primer maestro que tuve fue Rodolfo Dinzel. Pero aprendí cosas de varios milongueros en forma inorgánica. Un maestro que me dio mucho fue Pepito Avellaneda, y no puedo dejar de nombrar a Antonio Todaro y a Gerardo Portalea. «Cuando me preguntan que es lo que más disfruto, bailar o enseñar, contesto: las dos cosas. En mis primeros años, ya profesional, me gustaba mucho bailar en el escenario, el público me generaba energía y placer al mismo tiempo. Pero la labor docente me pegó fuerte y hoy, disfruto mucho de mis clases; también, de la tarea de investigar y analizar todas las posibilidades que tiene el tango como danza. Estoy convencido que todavía hay mucho por hacer y descubrir. «El baile evoluciona permanentemente y esto es algo inevitable a lo que no se puede poner límites. No obstante, el tango que nos gusta bailar es el tradicional, el que predomina en las milongas, el tango del 40. Pero hoy ya no se baila como en aquel entonces, el contexto es otro, la vida ha cambiado, pero aunque diferente, la evolución genuina respeta las esencias. «Cuando se dice “tango nuevo”, se quiere describir el hecho de hacer cosas técnicamente nuevas. Son imágenes diferentes de un proceso, que no es otra cosa que la evolución de la que estamos hablando. Un proceso que no se detiene y que viene desde hace muchos años. El gran beneficiado es el propio baile que recibe un sinfín de nuevas herramientas, que nosotros no sólo disfrutamos sino que además valoramos mucho. «Bailar ininterrumpidamente por mas de 30 años me permitió conocer y entender los vericuetos de la estructura técnica sobre la que el tango está organizado. No fueron un día o dos, ni fui el único, fue un largo tiempo y muchos los bailarines que fuimos recorriendo este proceso de evolución en el que descubrimos nuevas posibilidades dentro de la danza. «Algo que al tango le faltó siempre es un análisis intelectual de cómo funciona, de cómo esta construido y nosotros participamos de ese proceso con mucha intensidad; ahora tenemos un conocimiento bastante amplio de cómo es. Puntualmente, a mí se me relaciona con este cambio, pero repito, no fui el único, otros bailarines también participaron intensamente de este proceso y aportaron cosas muy buenas. «Encuentro mucho placer en enseñar y lo hago con alegría. Hace poco en una crónica de Martín Nussbaum —a mi gusto exagerada—, referida a las clases que acabamos de dar en New York, en mayo de 2013, con el rutilante título: “Why Gustavo Naveira is the best Tango teacher alive” (¿Por qué Gustavo Naveira es el mejor maestro vivo de tango?), entre otras cosas menciona esa alegría y humor que se observa en mis clases. Y reconozco que es cierto, porque es la forma que encontré para que mis alumnos tengan confianza y puedan expresarse naturalmente, sin presiones, en la dura tarea de aprender. «Sobre nuestras actuaciones y trayectoria me resulta tedioso ir para atrás, sólo te puedo decir que no paramos nunca. Desde el 2010 presentamos un Festival anual en Boulder, Colorado, la ciudad donde vivimos actualmente. Este año 2013 esta programado para el primer fin de semana de octubre y contaremos con la presencia de Chicho Frumboli y Juana Sepúlveda y dos de mis hijos, Ariadna Naveira y Fernando Sánchez, Federico Naveira y Sabrina Masso. «Además de este espectáculo, nosotros seguimos dando nuestros seminarios en Argentina, dos veces al año (normalmente julio y diciembre) que, desde hace varios años, se realizan en La Papelera, un lugar en el barrio de San Telmo que estamos ahora tratando de levantar y darle actividad tanguera, para convertirlEn el momento de este reportaje, Petróleo estaba a punto de cumplir 80 años, nacido en 1912 comenzó a bailar en 1928. Fue bancario durante 36 años, y vivía en el barrio de Villa Devoto. En 1988 dejó de bailar por una afección en sus rodillas, desde entonces vive de sueños. «Me pusieron Petróleo porque tomaba mucho vino. Era un borracho. Desde hace algún tiempo tomo gaseosas, pero es peor, oxida. «Siempre me gustó el tango sencillo. Al baile del tango lo cambié yo. Yo inventé el giro, el contrafrente, cambiar de posturas, los boleos. «Además, yo desprendí el sexo de la danza. Antes el hombre iba a buscar una pierna no una bailarina, iba a apretar no a bailar. Yo iba a bailar. «Conocer a través de los ensayos a la pareja es muy importante, de ese modo uno conoce el manejo. «A mi mejor pareja, con la que después viví, la conocí en un baile, fue en 1930, se llamaba Esperanza Díaz. Ensayábamos mucho. Bailamos juntos hasta 1949 y un año después se fue. ¡En buena hora!. Ya no quise tener otra. «Cuando había alguna exhibición me entendía bien con la negra Martita que acostumbraba a bailar en el Agusteo, de Sarmiento y Uruguay, también en el Unione e Benevolenza, que estaba a la vuelta del otro y el dueño era el mismo. «En Villa Devoto bailé en el Club Rosa de Abril y en Villa Urquiza en muchos: Pinocho, Sin Rumbo, etc. «En el club Atlanta conocí a Juan Carlos Copes que andaría entonces por los 20 años. «En los salones estaba prohibido bailar con corte, si lo hacíamos alguien se acercaba y nos decía: "Pase por boletería" y allí nos recomendaban o nos echaban. Nos llamaban compadritos. «Hubo épocas que los bailarines organizábamos bailes para los presos cuando salían libres. En realidad los que bailaban el tango eran todos chorros o aspirantes a serlo. Si uno había estado un año preso poníamos diez o veinte pesos cada uno hasta juntar unos quinientos y se lo dábamos para que empezara a caminar. Cuando a esas fiestas comenzó a asomarse la policía no las hicimos más. «Allá por 1930, se hacían fiestas que duraban una semana. Para el cumpleaños de la Parda Lucia, compañera de Nicolás (El Buchón, por la forma de su pecho como la de los palomos) se realizó una milonga en Parque Petricios. Como siempre fueron cirujas, carteristas, carreros y milongueros. La pista se hizo con una lona robada al ferrocarril, de esas que cubren los vagones. La estiramos en el piso y la rayamos con vela, para encerarla y conseguir mejor deslizamiento. Todos aportaban algún peso para vino y carne para el asado. Las minas eran coperas de cabaret, yiros, ladronas de tiendas. Cuando alguno tenía sueño se tiraba en un colchón de los que poníamos por ahí y dormía un par de horas. El séptimo día hacíamos un torneo de tango. «Entre nosotros había mucha competencia, no nos dábamos pelota. El bailarín es ególatra, se cree el mejor. Yo me creía el mejor. «A mí me gustaba uno que se llamaba Mendieta, era un fenómeno. El vasco Orradre fue el mejor que interpretaba la orquesta de Juan D'Arienzo. Con las figuras se destacaba un tal Méndez que era muy ligero de abajo. El Cachafaz era bueno, pero hubo mejores. Virulazo también era bueno, bailaba a la manera de Antonio Todaro, que es el mismo maestro que le enseñó a Miguel Ángel Zotto, el que más me gusta de los nuevos porque tiene linda postura. «A Carlos Gardel lo conocí en el teatro 25 de Mayo de Villa Urquiza, sin dudas el mejor cantor. Era bueno porque te decía lo que sentía. Pero bailar no sabía, daba unos pasitos, era un maleta, además de gordito. «Se puede aprender a bailar, pero hay que trabajar mucho y además se tiene que sentir la música. El tango no viene de golpe. A mí me enseñó un profesional, Navarro, me entregó sus pasos, después yo saqué los míos. «El tango es una emoción contenida que después explota. No se puede decir así se baila el tango, uno lo baila como lo siente, es una creación. «El tango es un sentimiento triste, es cierto, pero a veces depende de cómo le encara la orquesta. Mi orquesta preferida fue la de Carlos Di Sarli y, cuando tuvo la suya Anselmo Aieta, un músico terrible. «Nunca salí de gira porque tenía mi trabajo en el banco, pero hice unas dos mil exhibiciones. «Mi sueño siempre fue bailar mejor que todos. Inventé muchas figuras, transformé el tango, pero tendría que haber realizado más. Me faltó inspiración para crear el tango verdadero. Hoy lo haría distinto. Como cada tango dura tres minutos, lo dividiría en prólogo, desarrollo y epílogo. «Aparte del tango tuve locura por las carreras de caballos, iba un poco todos los días, gané mucho y perdí mucho. «Cuando me jubilé del banco vendí mi casa y con esa plata seguí jugando. ¿Para que la quería? Tangos, carreras y alguna mujer. No hay que agarrar la vida en serio. Yo viví como quise. Se puede vivir en serio con trabajo y honestidad, pero no es tan divertido. «Uno tiene que vivir sus sueños, ahí está la verdad.»o en nuestro centro en Buenos Aires. Además, continuamos con nuestros seminarios dentro de los Estados Unidos, desde hace ya cuatro años, tenemos una cita fija en Nueva York, en la semana del Día de Acción de Gracias (ultima de noviembre). Este año 2013, agregamos una visita en mayo con workshops y exhibición. «La última novedad es la apertura de nuestro propio estudio en Estados Unidos: el Boulder Tango Studio y la apertura está prevista para fines de setiembre 2013. En este lugar realizaremos un programa mas detallado para estudiosos del tango danza. «Si me pedís un recuerdo especial, me tengo que remontar a 1994, más precisamente al primer festival de Sitges en Cataluña, allí en esa bella ciudad mediterránea conocí a Giselle». Como broche, el aporte de Giselle: «Soy la primera admiradora de Gustavo, un bailarín exquisito y un gran maestro. Su método de enseñanza es de excelencia y está basado en la dinámica de la pareja, en la intensa relación entre el hombre y la mujer, de modo tal que el baile se transforma en una cuestión orgánica donde llevar y seguir es más importante que la forma del movimiento».
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